Así se utilizó el dopaje como arma de la Guerra Fría entre Alemania Oriental y Occidental
Farzad Youshanlou
septiembre 4, 2024

Durante la Guerra Fría, la feroz competencia entre Alemania Oriental y Occidental se extendió más allá de la ideología política y el poder militar hacia el ámbito del deporte. La búsqueda de la supremacía atlética se convirtió en un campo de batalla donde el dopaje emergió como una poderosa herramienta. Este artículo explora cómo los programas sistemáticos de dopaje se utilizaron como instrumentos de propaganda estatal y ventaja competitiva, revelando el lado oscuro de esta intensa rivalidad.

En Alemania Oriental, se desarrolló meticulosamente un programa de dopaje patrocinado por el estado como parte de una estrategia más amplia para exhibir el poderío de la nación en el escenario internacional. El gobierno de Alemania Oriental, bajo el auspicio de la Stasi (la policía secreta), implementó un sistema de dopaje altamente organizado a partir de la década de 1960. Para 1974, el programa se había convertido en una práctica obligatoria para los atletas en todos los deportes con potencial de medallas.

Miles de atletas, algunos tan jóvenes como de doce años, fueron incluidos en este sistema. Se les administraron una variedad de esteroides anabólicos y otros fármacos para mejorar el rendimiento y asegurar su éxito. El programa era tan sistemático que incluso las desviaciones menores o la resistencia por parte de los atletas podían resultar en severas repercusiones, incluyendo la pérdida de apoyo financiero y graves consecuencias personales.

MÁS DE 100 MEDICAMENTOS EN EL CUERPO DE DRESSEL

Birgit Dressel, una heptatleta alemana que obtuvo el noveno lugar en los Juegos Olímpicos de 1984, una vez le dijo a su madre: “Estos son medicamentos inofensivos, y todos los atletas los usan. No es nada especial.” Trágicamente, esta afirmación estaba lejos de la verdad. El 8 de abril de 1987, Dressel murió a la edad de 26 años tras sufrir un fallo multiorgánico provocado por los medicamentos que había tomado para controlar el dolor de espalda. Su autopsia reveló la presencia de más de 100 medicamentos diferentes, incluyendo esteroides anabólicos que había usado a lo largo de los años.

La historia médica de Dressel era extensa, con registros que indicaban que había recibido al menos 40 inyecciones diferentes durante su carrera, con un médico prescribiéndole 400 inyecciones. Al final de su vida, dependía en gran medida de medicamentos prescritos para seguir compitiendo y vivir sin dolor constante. Su riguroso entrenamiento había dejado su cuerpo severamente dañado, con condiciones que iban desde dolor en las articulaciones de la cadera y lesiones en la columna vertebral hasta el colapso de los arcos de sus pies.

Para manejar estas lesiones, Dressel desveló que tomaba nueve pastillas diarias, junto con otros medicamentos prescritos por tres médicos diferentes. Su muerte destacó las extremas medidas a las que los atletas estaban dispuestos a llegar en su búsqueda de la victoria y las trágicas consecuencias que podían seguir.

Ines Geipel, una exatleta de Alemania Oriental, proporcionó un relato de primera mano sobre el riguroso régimen de entrenamiento y dopaje. Geipel describió el implacable horario de entrenamiento, combinado con la administración de varias píldoras no etiquetadas. La magnitud del impacto del programa de dopaje no se reveló completamente hasta después de la caída del Muro de Berlín, cuando los documentos de la Stasi expusieron la escala de la operación.

ALEMANIA OCCIDENTAL REACCIONÓ A SU MANERA

El éxito de los atletas de Alemania Oriental en el escenario internacional, particularmente en los Juegos Olímpicos, generó preocupación en Alemania Occidental. Los funcionarios de Alemania Occidental temían que sus atletas fueran superados y que el prestigio de su nación pudiera verse afectado. Esto llevó al desarrollo de sus propias prácticas de dopaje, aunque de manera menos centralizada en comparación con Alemania Oriental.

A diferencia de Alemania Oriental, donde el dopaje era una iniciativa controlada por el estado, el enfoque de Alemania Occidental era más fragmentado. Figuras clave, como médicos de la Universidad de Friburgo, desempeñaron un papel significativo en este esfuerzo. El profesor Joseph Kuhl y Armin Klümper fueron figuras prominentes en el panorama del dopaje deportivo en Alemania Occidental. Kuhl, que se desempeñó como médico jefe del equipo olímpico alemán, era conocido por su postura controvertida sobre los fármacos para mejorar el rendimiento, a menudo minimizando las preocupaciones sobre su daño.

Las prácticas de dopaje en Alemania Occidental involucraban regímenes complejos de medicamentos, incluidos mezclas no etiquetadas de esteroides, fármacos recetados y otras sustancias adaptadas a los atletas individuales. Estas prácticas eran menos coordinadas pero, sin embargo, generalizadas, afectando a numerosos atletas en diversos deportes.

HASTA JAN ULLRICH

La magnitud del dopaje en Alemania Occidental se hizo más evidente con el escándalo del Tour de Francia de 2006, que involucró al ciclista alemán Jan Ullrich. Ullrich, un antiguo ganador del Tour, estuvo implicado en un escándalo de dopaje que se remontaba a principios de la década de 1990 e involucraba dopaje organizado a través de transfusiones de sangre ilegales. El escándalo destacó la naturaleza generalizada del dopaje en el deporte alemán occidental y vinculó de vuelta a las prácticas establecidas por figuras como Kuhl y Klümper.

Los ciclistas Jan Ullrich y Andreas Kloeden.

LA REVELACIÓN DE LAS PRÁCTICAS DE DOPAJE

La magnitud completa del dopaje en Alemania Oriental y Occidental no se hizo pública hasta después de la reunificación de Alemania en 1990. Los documentos de la Stasi y las investigaciones posteriores revelaron la escala del dopaje en Alemania Oriental. De manera similar, las investigaciones sobre el deporte en Alemania Occidental, incluyendo los hallazgos de la Universidad de Friburgo, expusieron la extensión de las prácticas de dopaje y su papel en el deporte competitivo.

DOPING DESPUÉS DE LA REUNIFICACIÓN

El informe de 2013 encargado por el Ministerio de Deportes alemán confirmó que el dopaje era generalizado tanto en Alemania Oriental como en Alemania Occidental y continuó incluso después de la reunificación. Las revelaciones sobre los programas sistemáticos de dopaje en ambas mitades de Alemania no solo empañaron los logros deportivos de la era, sino que también destacaron hasta dónde llegaron ambos lados para obtener una ventaja competitiva.

El dopaje durante la Guerra Fría fue más que un medio para mejorar el rendimiento atlético; fue un arma en la lucha ideológica y competitiva entre Alemania Oriental y Occidental. Los programas patrocinados por el estado en Alemania Oriental y las prácticas de dopaje más fragmentadas pero igualmente significativas en Alemania Occidental desempeñaron roles cruciales en la rivalidad deportiva de la época. La eventual exposición de estas prácticas ha dejado un impacto duradero en la percepción de la deportividad y la ética en el atletismo, sirviendo como un recordatorio contundente de las consecuencias de buscar la victoria a cualquier costo.

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