El movimiento paralímpico ha dado un paso durante este otoño que puede marcar un antes y un después: el Comité Paralímpico Internacional (IPC) votó en asamblea general levantar las suspensiones parciales que pesaban sobre los comités de Rusia y Bielorrusia, lo que abre la puerta a que sus atletas compitan bajo sus banderas en los Juegos Paralímpicos de Milano-Cortina 2026. La decisión que deberán culminar las federaciones internacionales de cada deporte va acompañada de polémica -aplausos y críticas-, pero que merece ser leída también como una oportunidad para preguntarnos si el deporte debe recuperar distancia frente a la política.
El resultado de la votación realizada a finales de septiembre fue ajustado en el caso de Rusia: 91 votos en contra de prolongar la suspensión frente a 77 a favor y 8 abstenciones. En Bielorrusia, 103 votos respaldaron levantar la sanción frente a 63 contrarios y 10 abstenciones. Esto significa que ambos comités paralímpicos recuperan todos sus derechos y privilegios de membresía dentro del IPC, con el compromiso de la organización de poner en marcha los mecanismos prácticos necesarios. Eso sí, también manifiesta que no hay unanimidad en este tema y que hay trabajo por hacer.
De confirmarse esta propuesta, los atletas de ambos países podrían marchar bajo sus banderas en la cita paralímpica, aunque cada federación internacional de las seis disciplinas que conforman el programa de Milano-Cortina tendrá la última palabra. Un matiz clave, porque aún no hay garantía de que todas acepten ese paso.
La carta de Astrit Hasani contra atletas neutrales
El debate sobre neutralidad y símbolos no es nuevo. Precisamente la semana pasada, Astrit Hasani, presidente de la Federación Europea de Halterofilia (EWF), envió una carta abierta a Kirsty Coventry, nueva presidenta del Comité Olímpico Internacional. En ella, pedía el fin del estatus de ‘Individual Neutral Athlete’ (AIN), argumentando que contradice los principios de igualdad y justicia del olimpismo.

Hasani insistía en que castigar a los atletas por decisiones de sus gobiernos es injusto y rompe con el espíritu de universalidad del deporte. Recordaba además su propia experiencia: como dirigente originario de Kosovo, conoce de primera mano lo que significa competir en un contexto de tensiones políticas. Y lo resumía en una idea central: «Los deportistas deben ser juzgados por su esfuerzo, no por los conflictos de sus estados».
Un optimismo que empieza a tomar forma
Desde SportsIn, somos optimistas en que esta situación llegue a buen puerto y, por qué no, que el deporte sea un impulsor de unión y de ejemplo para fortalecer lazos políticos. La decisión del IPC, aunque vaya rodeada de polémica, puede interpretarse como un signo de apertura hacia un modelo más inclusivo. Y, sobre todo, encaja con la visión que Hasani ha puesto sobre la mesa: que los atletas no sean rehenes de disputas geopolíticas.
La piedra lanzada por Hasani está respaldada por gran parte de la comunidad deportiva, que ve al movimiento olímpico como una herramienta de unión, no de exclusión. Un ejemplo fue la Villa Olímpica de París 2024, donde convivieron en paz atletas cuyos países estaban enfrentados. En cualquier caso, que este debate se haya instalado en la agenda internacional es ya un síntoma de cambio.
¿Un primer paso hacia el futuro del COI?
La gran pregunta es si esta apertura será un primer paso para que el COI también reconsidere su postura. Bajo el liderazgo de Kirsty Coventry, se espera una nueva etapa capaz de dar un giro en la política de neutralidad forzada. Si los Juegos Paralímpicos de Milano-Cortina 2026 logran mostrar que la inclusión plena no erosiona el espíritu deportivo, quizá la reflexión se extienda más allá del IPC.
Mucho dependerá del contexto internacional. Tal vez, ojalá, la guerra en Ucrania haya terminado para entonces. Pero incluso si el conflicto continúa, el deporte no puede perder su papel como espacio de encuentro. La decisión del IPC, sumada a la voz de dirigentes como Hasani, invita a imaginar un futuro en el que los Juegos -Olímpicos y Paralímpicos- vuelvan a ser un lugar de unión por encima de fronteras y tensiones. Y que contagie paz en los despachos políticos.




