La primera temporada de Caitlin Clark en la WNBA ha sido histórica, a pesar de que su equipo, Indiana Fever, fue eliminado en la primera ronda de los playoffs ante Connecticut Sun. Clark, número 1 del último draft, no solo cumplió con las expectativas, sino que las superó. Sus números, con 19.8 puntos, 5.7 rebotes y 8.4 asistencias por partido, consolidaron su impacto en la liga. La audiencia de los playoffs también batió récords, alcanzando 3,4 millones de espectadores. Además, Clark es clave en el aumento de asistencia a los estadios, con un 48% más de público en comparación con la temporada anterior y de haber triplicado el valor de los derechos audiovisuales de la competición, hasta los 200 millones de dólares. Sin embargo, el precio que ha tenido que pagar Clark y la WNBA es muy alto, con insultos racistas que se han ‘normalizado’ peligrosamente.
Clark ha roto récords como novata en puntos, triples y asistencias, con 337 en total, y ha alcanzado una cifra sin precedentes en puntos producidos, sumando tanto sus anotaciones como sus asistencias, con 1.520. Esta actuación la convierte en la favorita para ser Rookie del Año. Sin embargo, el ascenso de la WNBA al mainstream también ha traído consigo aspectos negativos, como el aumento de los insultos y el abuso verbal en redes sociales, exacerbando tensiones raciales y de género.
LA PELIGROSA ‘NORMALIZACIÓN’
La comisionada de la liga, Cathy Engelbert, fue criticada por minimizar estas problemáticas al considerar que alimentan la rivalidad en la liga. Peligrosamente las ha normalizado, dejando vía libre para el futuro a que los aficionados continúen con esta espiral tan peligrosa. Comparaciones entre Clark y Angel Reese han sido interpretadas como reflejos de la división racial en el baloncesto, similar a la rivalidad histórica entre Magic Johnson y Larry Bird en la NBA.
En Europa, un caso similar se ha asentado en España con el futbolista Vinicius, teniendo el último ejemplo en el partido de este domingo entre Real Madrid (su equipo) en casa del Atlético de Madrid. Desde LaLiga, al contrario que la WNBA, sí que han actuado públicamente para tratar de frenar esta degeneración del deporte.