El adiós ¿definitivo? a los Juegos Olímpicos como instrumento de políticos
Juan Antonio Belmar
mayo 21, 2024

El COI está redireccionando su criterio para adjudicar los Juegos Olímpicos y busca reducir a un tercio la inversión para los grandes eventos de verano de París, Los Ángeles y Brisbane. Son la mayor expresión deportiva existente en el mundo y durante 15 días la pasión, el éxito y el fracaso son parte del devenir de héroes deportivos, muchos de ellos anónimos que irrumpen y buscan la gloria en un entorno mágico, único, donde los escenarios deportivos, la televisión, la internet y redes sociales los catapultan. Por su parte, los países sedes deben responder a ese nivel de expectativas de atletas, dirigentes y público en general con inversiones que tienen una adjudicación por parte del Comité Olímpico Internacional y que luego se pueden cuadruplicar por diferentes y poderosas razones.

Vamos a tomar una muestra de los últimos 20 años, en los que las ciudades sedes de los Juegos Olímpicos de Verano e Invierno han invertido una cantidad estratosférica alrededor de estos dos eventos, provocando en muchos casos el rechazo de la población y, en otros casos, hipotecando la economía de algún país que no está en la primera línea, como fue el caso de Atenas, Grecia. Las autoridades de por aquel entonces -junio 2004-entregaron la cantidad comprometida para la realización de los juegos. La suma ascendía, en principio, a 7.209 millones de dólares y, al final, Grecia tuvo que sacar de las arcas fiscales 18.200 millones de dólares. Además, estos juegos en estricto rigor tenían que realizarse el año 1996, pero se eligió a Atlanta olvidándose de los orígenes de los Juegos Olímpicos de la era moderna -Atenas 1896-, poco valieron los principios y valores de La Carta Olímpica y primó más el tema económico sobre la propia historia de los juegos.

DE ATENAS A LA MONSTRUOSA INVERSIÓN DE PEKÍN 2008

Cuatro años después nos encontramos en Pekín 2008, la apuesta de China fue mostrar un poderoso músculo financiero sin límites. Por lo mismo, estaban convencidos de que era la oportunidad para decirle a Occidente y al mundo entero que son la potencia económica del presente y del futuro. Pekín invirtió 50.000 millones de dólares, construyó literalmente un Parque Olímpico sin precedentes, además de 31 sedes deportivas. Luego, los escenarios deslumbraron, su diseño y arquitectura desafió a las mentes más brillantes para llegar a una organización de excelencia.

Hasta aquí, nadie se pronunciaba sobre poner límites al gigantismo económico de los JJOO, inclusive, lo de Atenas pasó rápidamente al olvido, porque su realidad no tenía parangón con la poderosa China. Sigue penando en este muestreo y recorrido con las sedes, el ‘Silenzio Stampa’ de quienes seleccionaron las sedes y luego votaron por una de ellas. Ninguna autoridad del olimpismo de esa época alzó la voz, salvo comentarios de pasillos que no trascienden en la toma de decisiones, claro, la comodidad y los réditos que reciben como institución los inhibe en reflexionar sobre esta realidad, una realidad que pertenece a un grupo reducido de países, porque los juegos son prohibitivos para la gran mayoría que sólo los ve desde afuera como un mero espectador.

EL CASO DE SOCHI

2014, con los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, Rusia, quedará como los más caros de la historia. El informe final indica un costo de 51.000 mil millones de dólares. Estos números son sorprendentes mirado de la óptica de unos juegos, pero para los rusos este centro vacacional se ha convertido en una ciudad turística por excelencia, con servicios de transporte y hotelería de primer nivel en el mundo.

De Sochi nos vamos a Rio 2016, otro mazazo duro para el olimpismo puesto que Brasil gastó la friolera de 13.200 millones de dólares, con escándalo incluido de compra de votos y sobre pagos en las construcciones de los recintos deportivos. Todo siguió igual, dando paso a los siguientes juegos en Londres 2012: los ingleses invirtieron cerca de 15.000 millones de dólares y, posteriormente en Tokio 2020+1, Japón invirtió con pandemia incluida 15.400 millones de dólares.

¿ERA ASÍ EL ESPÍRITU OLÍMPICO?

La mitad de esta editorial ha puesto el foco en las inversiones realizadas directa e indirectamente en los Juegos Olímpicos de Verano e Invierno de las dos últimas décadas, siendo datos duros, que están disponibles para un análisis más detallado, pero nuestra especialidad y experiencia no está en los números, está en provocar conciencia e invitar a desnudar realidades que se contraponen con el espíritu del propio olimpismo.

Me sorprende, pero no estoy atónito por la impasividad de las autoridades y dirigentes que han visado y legitimado una práctica casi ancestral, que se ve colisionada en la actualidad al darse cuenta de que cada vez tienen menos candidatos para ser sedes de los juegos. Prueba de ello es que en junio del 2017 el COI tuvo que aceptar las dos únicas sedes en carrera para adjudicar los Juegos Olímpicos de 2024 (París) y 2028 (Los Ángeles). Al extremo de que metieron una moción para que se pusieran de acuerdo ambas candidaturas para el orden de organizar los juegos. Más grave todavía, para los Juegos del 2032, sólo quedó postulando Brisbane, luego de bajarse Alemania, China, Indonesia y Hungría, tuvo que ser ratificada sin competencia en la votación la ciudad australiana.

El presidente del COI, Thomas Bach, y Tony Estanguet, de París 2024, en la ONU. (William Volcov/Shutterstock)

La prueba de fuego la tiene París, no sólo desde el punto de vista presupuestario, que será un tercio de las inversiones de las ediciones anteriores -tanto de verano como de invierno-, se estima que van a invertir 5.500 millones de dólares. El COI busca que sean juegos sostenibles en el tiempo. No quiere más despilfarros, no más pasividad de los propios dirigentes del Comité Olímpico Internacional, clama por austeridad en los países organizadores.

En la última sesión del COI en Bombay, India, el año pasado, la presidenta de la Comisión de Futuras Sedes, la croata Kolinda Grabar-Kitarovic, señaló para sorpresa del mundo entero: “Estoy satisfecha de anunciar que el número de interesados asciende a más de 10 países. Bajo este nuevo liderazgo del presidente Thomas Bach, los proyectos son más económicos para los aspirantes”, dijo.

El COI tiene dos años para buscar soluciones concretas y verdaderas para ponerle freno al gigantismo y a los países que ven al deporte como un gran vehículo para la política interna, política que puede traspasar las fronteras, pero muy alejado de los valores que desarrolla y promueve el olimpismo. Sólo el tiempo nos demostrará si las medidas anunciadas difusamente por el Comité Olímpico Internacional cumplen con sus expectativas o, más tarde que temprano, volveremos a la realidad de las últimas dos décadas, es decir: el deporte es un instrumento para fines superiores.

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