Baran Arjmand, una jugadora iraní de tenis de mesa de 15 años, se ha convertido recientemente en el último nombre en una larga lista de atletas iraníes que buscan asilo en el extranjero. Arjmand, quien viajó a Suecia para representar a Irán en el Campeonato Mundial Juvenil, acaparó los titulares cuando se separó de su equipo durante una escala en Dinamarca. En Copenhague, se acercó a la policía local y solicitó asilo, dejando atrás a su equipo y a su país.
La Federación Iraní de Tenis de Mesa confirmó el incidente en un comunicado, expresando preocupación por su repentina partida. La federación afirmó que se habían implementado “medidas protectoras estándar” para todos los atletas y señaló que están siguiendo el asunto a través de las embajadas de Irán en Suecia y Dinamarca. Sin embargo, este suceso no es un caso aislado. En los últimos años, decenas de atletas iraníes han decidido no regresar a casa después de competiciones internacionales, un fenómeno que refleja problemas sistémicos más profundos dentro del sector deportivo de Irán.
Los atletas iraníes enfrentan desafíos únicos y a menudo sofocantes, que van desde presiones políticas y restricciones sociales hasta corrupción sistémica y falta de meritocracia. Estos problemas han llevado a muchos a abandonar sus carreras en Irán en busca de libertad y competencia justa en el extranjero.
HIJAB OBLIGATORIO EN EL DEPORTE IRANÍ
Uno de los factores más significativos es la obligación del hijab para las atletas mujeres, incluso en eventos internacionales. Esta norma no solo impone cargas físicas y psicológicas a las deportistas, sino que también limita su capacidad para desempeñarse de manera libre y confiada en el escenario global. Para muchas, competir sin tales restricciones en otro país representa una forma de liberación.
Otro problema importante es la política de Irán de negarse a competir contra atletas israelíes. Esta postura ha obligado repetidamente a los deportistas iraníes a abandonar partidos, empañando sus carreras y privándolos de oportunidades justas para tener éxito. Esta interferencia política a menudo deja a los atletas desilusionados, lo que los impulsa a buscar caminos alternativos para continuar sus carreras.
Además, la ausencia de transparencia y equidad en la gestión deportiva de Irán ha creado un ambiente lleno de favoritismo y corrupción. Muchos atletas sienten que son pasados por alto o tratados injustamente a pesar de su talento y arduo trabajo. Esta falta de meritocracia genera frustración, llevando a los atletas más dedicados a considerar abandonar el país.
El problema de las deserciones de atletas ya no es un fenómeno oculto. Alcanzó prominencia internacional durante los Juegos Olímpicos de París 2024, donde más de la mitad del equipo olímpico de refugiados estuvo compuesto por atletas iraníes. Esta estadística sorprendente subraya la profundidad de la insatisfacción y la desesperación entre los atletas iraníes, muchos de los cuales no ven un futuro viable dentro de los límites de su patria.
ALTA FIANZA PARA REGRESAR AL PAÍS
Las autoridades deportivas iraníes han respondido a estas deserciones con un mayor control y medidas más estrictas, como exigir grandes garantías financieras a los atletas que viajan al extranjero. Si bien estas medidas pueden disuadir temporalmente las deserciones, no abordan las causas profundas del problema.
En lugar de imponer restricciones, el sistema deportivo de Irán debe centrarse en crear un entorno que valore y apoye a sus atletas. Esto incluye abordar las políticas restrictivas relacionadas con el hijab obligatorio, eliminar la interferencia política y garantizar que el talento y el trabajo arduo —no las conexiones o lealtades— determinen las oportunidades de los atletas.
La decisión de Baran Arjmand de solicitar asilo en Dinamarca puede parecer un acto individual, pero representa una crisis más amplia dentro del deporte iraní. Su historia refleja la creciente desesperación entre los atletas iraníes por escapar de un sistema que prioriza la política y el control sobre su bienestar y crecimiento profesional.
Si las autoridades iraníes no abordan estos problemas sistémicos, el éxodo de talento continuará, dejando los programas deportivos de Irán diezmados y su reputación global empañada. Para frenar esta marea, se necesita un cambio fundamental: uno que priorice la libertad, la equidad y el verdadero apoyo a los atletas del país.
La partida de Baran Arjmand es una llamada de atención para los funcionarios deportivos iraníes. Si elegirán escuchar y adaptarse, está por verse.