Los tuits no se detienen: «Engañado», «odio a todo el mundo» o «el boxeo está muerto«. Esta es parte de la reacción inicial del pugilista Ryan García al ser suspendido por un año, a raíz del consumo de sustancias prohibidas, decisión que además anuló su celebrado triunfo sobre Davin Haney. «Estoy retirado», escribió en X encendiendo las alarmas, para luego matizar con un “sí, estoy retirado, volveré en un año”. Pero éste es solo un capítulo más de una extensa saga con los consabidos héroes y villanos, encarnados por un mismo protagonista: Ryan García.
Retrocedemos algunas semanas para contemplar las elocuentes imágenes de una habitación en un hotel de Beverly Hills, en donde la destrucción se apreciaba en cada rincón. Unas horas antes la policía apresaba a García, el presunto vándalo causante de daños por un monto de U$15,000, según la estimación inicial.
Después, el púgil acusó un problema médico, para posteriormente ser trasladado a un centro médico. «El BHPD lo llevó a un hospital local para evaluación y tratamiento y, hasta donde sabemos, puede ser acusado de intoxicación pública«, señaló el abogado de García, Darin Chávez.
El californiano con ascendientes mexicanos, nacido en 1998, alterna triunfos y escándalos, lo que le ha llevado rápidamente a captar el interés de los medios y la afición. El boxeador tiene un envidiable récord (25-1, 20 KOs) y, al margen de la reciente suspensión, ha tenido varios problemas de salud mental que él mismo ha revelado en los últimos meses. Su comportamiento errático, ya sea en apariciones públicas como también en publicaciones emitidas en sus redes sociales ha inundado los medios especializados y de la farándula estadounidense.
El divorcio, casi en paralelo con el nacimiento de su segundo hijo en diciembre pasado, rivalizó en la atención de la prensa con la previa de su esperado combate con Haney. La confesión de haber sido violado en su juventud, acusando a un familiar y de haber presenciado hechos similares con otros menores de edad, fue otro momento en que se ganó las primeras planas. En marzo denunció que fue secuestrado por «las élites», acusándoles de forzarlo a ver ese tipo de actos. Hace unos días compartió sus experiencias al ser encarcelado por los ya citados destrozos en un hotel de Los Ángeles: «Me golpearon con medicamentos, pero mantuve mi mente intacta», agregando que siempre “seré yo mismo e iré tras el mal, pero me convertiré en un mejor ejemplo. Alabado sea el Señor Jesús».
“Todo el mundo destroza un hotel de vez en cuando”
Coronó sus mensajes comparándose con el villano de DC Comic, el Joker o Guasón. Días después fue menos solemne: “Todo el mundo destroza un hotel de vez en cuando”, sentencia, que defensa del púgil, la hizo en tono de broma. Estamos en presencia de una víctima, de un mitómano, de una persona con problemas mentales o, simplemente, de un hábil publicista que, sin importándole el cómo, quiere ser noticia. O de todo lo anterior junto. Esto es lo que debaten los medios en Estados Unidos, más aún tras sufrir en abril un inédito nocaut ante Gervonta Davis que acabó en el séptimo round con «pelea del año» en Las Vegas y de que acusara a su propio sparring de ser un «espía» de Gervonta: «Triste, tenía un topo en mi campamento. ¿Qué demonios? Eso es una locura, pero gracias a Dios salió a la luz», disparó tras su primera derrota como profesional.
Los que descartan intencionalidad en los dichos y hechos del boxeador, sino que los atribuyen a “evidentes alteraciones mentales”, basan su opinión en la larga lista de éxitos de García en las categorías súper pluma, ligero y súper ligero, por lo que no necesitaría nada extra para ser un protagonista del mundo del boxeo. Pero las posturas difieren por las reiteradas polémicas, como la surgida tras vencer a Devin Haney (alegría breve tras la suspensión por consumo de sustancias prohibidas), cuando publicó una provocadora fotografía con una copa en su mano y el mensaje: «No importa una mierda lo que la gente diga de mí. Yo caminé en medio del fuego, y aun así le gané a Devin Haney, y aun así sigo bebiendo todos los días, y le gané. No es algo de lo que me sienta orgulloso, pero es una demostración de que ustedes no me pueden destruir».
Es la historia de un gran pugilista que sigue perdiendo el combate contra su propia naturaleza, esa que no le da tregua y le impone ser siempre el centro de la atención. Será un año fuera del ring, pero probablemente no de los titulares. Es lo único previsible del imprevisible Ryan García.