Adiós a Israel-Premier Tech: qué puede pasar en el deporte con Israel
Víctor García
octubre 7, 2025

El equipo Israel-Premier Tech afrontará en 2026 un cambio de nombre e identidad para asegurar su continuidad en el pelotón WorldTour y rebajar la fricción que ha acompañado a la estructura por su vinculación con Israel. La decisión llega tras una temporada marcada por protestas en carretera, especialmente visibles en La Vuelta, y por conversaciones con organizadores y patrocinadores que han priorizado la seguridad y la estabilidad.

Adam Hansen, presidente del sindicato internacional de ciclistas Cyclistes Professionnels Associés — CPA, relató a ‘Cyclingnews’ una reunión con Sylvan Adams (propietario del equipo, sionista y relacionado con el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu) durante el Mundial de Kigali: “Hablamos de todo lo sucedido en La Vuelta, de cómo afectó al equipo y de las tensiones externas. Sylvan me dijo que haría todo lo posible para proteger a los corredores”. Para Hansen, el movimiento “no fue una sorpresa” y lo considera positivo porque devuelve el foco al rendimiento.

Qué cambia y qué permanece

El paso atrás de Adams en la gestión simboliza el giro, pero no implica retirada financiera: seguirá aportando una parte relevante del presupuesto anual -actualmente pone 10 millones de los 28 de presupuesto del equipo– mientras la plantilla mantiene a los ciclistas israelíes. En paralelo, la escuadra acometerá un rebranding completo desde 2026 (nombre, imagen y políticas de comunicación) con el objetivo de normalizar su relación con carreras y ciudades sede.

El detonante ha sido acumulativo: protestas, desgaste reputacional y un relato mediático que desplazó lo deportivo por la identidad del patrocinado. La nueva hoja de ruta busca rebajar la exposición política del maillot y estabilizar invitaciones y licencias sin alterar la base competitiva del proyecto.

¿Es el anticipo de una tendencia?

Lo ocurrido puede anticipar soluciones “intermedias” en otros deportes y marcas con vínculos sensibles: ajustes de denominación, atenuación de símbolos, protocolos de seguridad reforzados y separación explícita entre relato deportivo y político. No hay una regla única: la respuesta dependerá de la geografía del calendario, del tipo de vínculo (patrocinio, propiedad, sede) y de la presión social en cada país.

En términos prácticos, organizadores y patrocinadores evaluarán caso por caso la combinación de riesgo de seguridad y desgaste reputacional. Cuando ambos factores se acumulan, crece la probabilidad de pedir cambios de marca que permitan celebrar los eventos sin convertirlos en un plebiscito político.

¿Tendrá efecto en el gobierno de Netanyahu?

El impacto en la política interna israelí es indirecto. Decisiones deportivas de este tipo alimentan la percepción exterior y pueden sumar coste reputacional, pero su traducción en apoyos parlamentarios o estabilidad de coalición depende de variables ajenas al ciclismo y al deporte. En el ecosistema deportivo, en cambio, sí son determinantes: desactivan focos de tensión, dan certidumbre a patrocinadores y devuelven la conversación a la carretera.

En paralelo, la industria ya opera con un marco más estricto de compliance y cláusulas reputacionales: organizadores, equipos y marcas incorporan en sus contratos salvaguardas que permiten ajustar naming, simbología o visibilidad si cambian las circunstancias políticas o de seguridad, además de protocolos de riesgo (evaluaciones previas de sede, planes de contingencia y mensajes coordinados).

La UCI y los promotores de grandes carreras han reforzado la interlocución con autoridades locales y cuerpos policiales; los patrocinadores, por su parte, exigen due diligence continua y métricas de impacto para no quedar atrapados en narrativas ajenas al deporte. Este andamiaje —más técnico que ideológico— explica por qué las soluciones intermedias (rebranding, gobernanza compartida, códigos de conducta) ganan terreno como vía para preservar la competición sin convertir cada dorsal en un referéndum político.

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