A comienzos del año pasado, con toda la fanfarria del caso, se anunció la postulación de México para organizar los Juegos Olímpicos de 2036. No faltaron en la ocasión los cálculos alegres que, si la candidatura se transformaba en ganadora, llevarían a la capital azteca a organizar en dos oportunidades la máxima cita del deporte mundial. Sin embargo, la realidad -y los rivales- han pesado a la hora de elegir otras atractivas opciones para el país azteca: los Juegos Olímpicos de la Juventud.
El anuncio olímpico no fue más que la ratificación de la intención expresada en octubre de 2022, en donde se apuntaba a 2026, o, incluso, a 2040. Muchas veces las expectativas superan al realismo y parece que en esta ocasión en un México que se apronta a una polarizada elección presidencial, la fuerza de las cifras emitió su veredicto. Es así que las autoridades deportivas mexicanas se vieron obligadas a sincerar las reales posibilidades económicas y los números no daban. “Tuvimos una plática con el Comité Olímpico Internacional (COI) y vimos que la competencia estaba muy dura”, declaró la timonel del olimpismo azteca, María José Alcalá. Y es que gigantes financieros como Arabia Saudí o Qatar están en la carrera.
Pero este desistimiento, aclaró Alcalá, no implicaba renunciar a organizar nuevamente una cita planetaria: “Estamos dando un giro para recibir los Juegos Olímpicos de la Juventud, que es donde tendríamos una gran posibilidad”, complementó la máxima dirigenta del Comité Olímpico Mexicano. Los Juegos Olímpicos de la Juventud, reservados para atletas de 14 a 18 años, fueron propuestos a finales del siglo pasado y aprobados en 2007, siendo Singapur en 2010 la edición inaugural, para luego ser celebrados en Nankin y Buenos Aires, respectivamente. La próxima versión se realizará en 2026 en Dakar, por lo que la postulación azteca apunta a 2030 (ambición compartida por los Comités Olímpicos de Paraguay y Colombia) o, como segunda opción, 2034.
El cálculo es realista ya que, hasta hoy, por lo que se sabe, existen 7 interesados en albergarlos: Colombia (Medellín o Cartagena), India (Nueva Delhi o Mumbai), Ucrania (Odesa o Kiev), Tailandia (Bangkok), Bosnia – Herzegovina (Sarajevo), Camboya (Nom Pen) y Paraguay (Asunción).
UNA INVERSIÓN INFINITAMENTE MENOR A UNOS JJOO
Recurriendo a las cifras, la organización de la versión juvenil de los Juegos Olímpicos puede tener un costo de unos 1.150 millones de dólares, tomando como base la cita de Buenos Aires en 2018, ya que la siguiente, programada para 2022 no se pudo celebrar a causa de la pandemia. Es cierto que, por los años trascurridos y por la inflación que ha azotado al planeta los últimos años, estos números deberían corregirse al alza, pero en la peor de las proyecciones son cifras infinitamente menores a las necesarias para aspirar a organizar la fiesta cumbre del deporte mundial. Son números muy diferentes a los de la inversión de los organizadores de JJOO, que en el presente siglo ha estado en unos 13.000 millones de dólares, siendo el techo los 51.000 millones de dólares de Pekín 2008.
La tierra azteca ha sido testigo de unos Juegos Olímpicos, tres Juegos Panamericanos y cuatro veces de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Sin contar, que se apresta a coorganizar el Mundial de fútbol de 2026, tras ser sede en exclusiva en 1970 y 1986. No se repetirá, en el corto y mediano plazo, la icónica experiencia de 1968. La responsabilidad económica, lo que no siempre es la norma, se impuso a los cálculos populistas. Sin embargo, la candidatura a realizar los Juegos Olímpicos de la Juventud sigue el camino que ha aupado la condición de México como organizador insigne de las máximas competencias deportivas a nivel planetario.