En estos Juegos Olímpicos de París 2024 el atletismo planetario pasará a escribir una nueva historia, marcará un antes y un después con el anuncio de Sebastián Coe, presidente de World Athletics, no sólo por instaurar premios monetarios durante los JJOO, sino por derribar con una sola acción los 128 años de vida de los juegos de la era moderna, donde el “espíritu olímpico” era una frase acuñada en todos los idiomas y se traspasó de generación en generación, luchando por conservar el amateurismo, porque se entendía que este movimiento olímpico podía unir al mundo sin los intereses propios que genera el dinero y, al menos, la competencia era más valórica e idealista.
Remontarse a tiempos pasados y a siglos anteriores, pudiera ser una parte interesante de este análisis, como también confrontarlo con la realidad de hoy, ambos ejercicios son legítimos y no exentos de posiciones antagónicas, unos que defienden el altruismo del deporte y otros entienden que la profesionalización de la actividad no tiene huellas de lo que se concibió en el pasado.
LOS 50.000 DÓLARES POR ORO
Me pregunto: ¿por qué Sebastián Coe rompe los esquemas y anuncia premios económicos a los medallistas de oro en atletismo en los JJOO de París? Hay varias tesis que se plantean, desde reinvertir el dinero recaudado por el COI en los atletas, hasta darle el protagonismo que se merecen. Un dato interesante que ponemos en la mesa: World Athletics es la federación internacional que más recursos económicos percibe directamente de los JJOO, una cantidad que supera los 34 millones de dólares, según datos entregados por el Área de Finanzas del COI post Tokio 2020+1. La inversión en premios a los 48 medallistas de oro de París 2024 se estima en 2.400.000 dólares, una cantidad ínfima o baja si consideramos el rol protagónico que tienen los atletas de este deporte, le corresponderá a cada uno 50.000 dólares, cifra no despreciable, pero ¿los atletas son considerados como el centro de la ecuación con este aporte cada cuatro años?
Sigo reflexionando. La profesionalización de los atletas en general existe desde hace mucho tiempo, en la etapa primaria, quizás en forma empírica, pero cuando descubren sus talentos y lo ponen a disposición del alto rendimiento son medidos como profesionales. Les exigimos resultados sin un soporte económico sostenido en el tiempo, sólo sí rinden. Apostamos por ellos, si hay marcas que permitan proyectarlo como un potencial medallista. Los profesionales expertos en alto rendimiento señalan que para obtener una medalla o hacer pódium se necesitan al menos dos ciclos olímpicos y la inversión para cumplir con esos objetivos no baja de los 2 millones de dólares por medalla, perdón, considerando que llega en el momento ‘peak’ de su carrera deportiva.
SU VIDA POR EL SUEÑO DE UN PAÍS
Por lo mismo, la irrupción de Sebastián Coe de ampliar los premios para los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028 a todos los medallistas va en la dirección correcta. Primero porque se atrevió, dio el primer paso, transparentó que los verdaderos actores y protagonistas están en los lugares de competencia, se forman a temprana edad, por un tema de enseñanza y formación les decimos que el deporte es la mejor herramienta para enfrentar la vida, los concientizamos para que compitan por su país, que vean ondear la bandera, que son ejemplos de vida para otros jóvenes… Sin embargo, ¿empatizamos realmente con su realidad para entrenar, prepararse y competir? Sinceramente, creo que no.
Estamos en deuda con los atletas del mundo, con quienes llegan y con quienes se quedan en el camino, muchos de ellos postergan estudios y, también trabajo y, a pesar de todas estas vicisitudes, son héroes anónimos, son ejemplos de vida. Por otro lado, los atletas generan miles de puestos de trabajos formales a otros profesionales inherentes a la actividad, permiten que las organizaciones deportivas y la industria del deporte vivan de sus acciones. Los tiempos modernos por su sola definición producen cambios, los juegos de la era moderna quedaron como un tenue recuerdo de competir por el honor y los valores que envuelve el olimpismo de antaño.
Quiero citar una reflexión de Sebastián Coe, presidente de WA que hace mucho sentido a esta editorial de SportsIn “Si bien es imposible asignar un valor comercial a ganar una medalla olímpica, o al compromiso y la concentración que se necesitan incluso para representar a un país en unos Juegos Olímpicos, creo que es importante que comencemos por algún lado y nos aseguremos de que parte de los ingresos generados por nuestros atletas en los Juegos Olímpicos se devuelven directamente a quienes hacen de los Juegos el espectáculo global que son”, agregó.
Con esta intervención abrió la puerta para valorar a sus propios atletas y será la punta de lanza para que otras federaciones internacionales sigan su camino. Un camino sin vuelta atrás. Será la ocasión para replantearse varios temas existenciales, muchos de ellos adquiridos por el tiempo y que hoy deben ser derechos universales. Donde los dirigentes deportivos sean capaces de traspasar su gestión y liderazgo a estos atletas, las condiciones sean similares para todos, la venta de los derechos de televisión y transmisión de los principales eventos en el mundo tenga una distribución y repartición de los recursos que genera el COI y las federaciones internacionales lleguen en forma proporcional a los atletas. Insisto, la calidad del espectáculo depende de cuánto invertimos en los deportistas.
El atletismo saltó la primera valla, dejó atrás más de un siglo de historia, rompió los paradigmas propios de los dirigentes conservadores y dio una señal inequívoca para corregir las injusticias cometidas con los atletas. Hoy están más ávidos de soluciones y acciones concretas, el largo tiempo de espera se terminó.