De manera tímida, en una rueda prensa, Carlos Alcaraz compartía hace unos meses con los periodista su deseo de ser pareja en dobles de Rafa Nadal en los Juegos Olímpicos de París 2024… si pudiera ser. Como si el padre respondiera al hijo, Rafa respondió al tiempo -también ante la prensa- que eso no hacía falta casi ni preguntarlo. Y así se fraguó una de las relaciones más bonitas en la historia del deporte español, esa que trasciende a cualquier otro evento de este París 2024 dentro del país de la piel de toro.
“¿Compramos Nadalcaraz?”, decía en redes sociales Carlitos poco antes de iniciar su primer entrenamiento junto a su ídolo, Rafa Nadal. Viene de ganar Roland Garros y Wimbledon, pero la humildad alimentada desde su familia le hace verse como un artista invitado, un privilegiado por compartir mesa y cartel con Rafa. En España, esta pareja personifica el orgullo de unir la humildad del joven con el respeto hacia quien se considera el mejor deportista español de todos los tiempos y, con permiso del resto del mundo, el mejor deportista de la historia por sus valores y mentalidad (ya no tanto por su talento).
En España todos somos Carlos Alcaraz porque nos trasladamos a su mente y ojos y sentimos la emoción de vivir los últimos raquetazos de nuestro héroe deportivo. Ojalá que siga por más tiempo, pero si no, este broche con Alcaraz supone pasar de la mejor manera un testigo único en el mundo del tenis. Llevamos años, casi una década, pensando qué hacer cuando Rafa se vaya y, de repente, viene un chico de El Palmar (Murcia) que continúa su camino con el mismo espíritu y saber estar.
UN ACONTECIMIENTO NACIONAL
Un ‘Nadalcaraz’ es un acontecimiento nacional. Es un momento de inspiración. Una película llena de historia, momentos dramáticos, con tiempo para el amor y que, ojalá, termine con un final feliz.
Rafa ya conquistó el oro individual en Pekín 2008 y el oro en dobles junto a su amigo Marc López en Río 2016. Si se le ocurre llevarse un metal en París 2024, sin importar del color que sea, seguramente se recuerde tanto como los 14 Roland Garros que tiene o los dos títulos de Wimbledon. Porque para España, esa presea tendrá un valor sentimental único e incomparable.
Amante de los Juegos Olímpicos, Rafa supo lo que es una Villa Olímpica en Atlanta 2004, cuando, por cierto, participó en dobles con su actual entrenador, Carlos Moyá. Por aquel entonces Charly pasó el testigo del dominador del tenis español a Rafa, y ahora esa herencia parece continuarla en otro Carlitos…
LA MISMA ILUSIÓN EN LA VILLA OLÍMPICA
“Rejuvenece estar aquí [en la Villa Olímpica] y es una vuelta a los inicios de todo. Los Juegos Olímpicos son el recordatorio de dónde venimos realmente y de dónde parte el espíritu del deporte”, señaló Rafa antes de comenzar. Como dentro de la pista, es complicado ver a Rafa que no acierte en alguno de sus actos o declaraciones y estas palabras también demuestran por qué continúa con ilusión y pasión a sus 38 años y tras dos décadas como profesional.
Carlitos no puede tener mejor maestro dentro del campo, ante los micrófonos y en la vida pública. Y esa es la mayor victoria a la que la sociedad española puede aspirar con este Nadalcaraz. Aplaude la continuación de un referente que desprenda tales valores y ese es el verdadero orgullo de esta pareja, más allá de que sólo lleven unas horas entrenando juntos y un partido (ganado) a sus espaldas.
Si Rafa acepta a Carlitos como heredero, es que el trono (y sus valores) están en buenas manos. De ahí la importancia de este Nadalcaraz para el pueblo español.