Cuando Sudamérica mira a París 2024, sin duda que algunos lo hacen con más expectativas que otros, en este caso hablamos de Rebeca Andrade, la primera sudamericana en conquistar un oro en el ‘all around’ de la gimnasia olímpica.
Las solitarias tribunas de Tokio tuvieron el privilegio de presenciar no sólo la medalla dorada, sino también la plata de la menuda campeona del mundo y embajadora de Panam Sport. “Me siento feliz, hice todo lo que preparé, incluso después de una competencia tan importante como un mundial, da orgullo presentarme aquí de la manera como lo hice”, sentenció tras la hazaña en la capital nipona.
Ahora, la paulista nacida en Guarulhos el 30 de mayo de 1999, sabe que los ojos de su país y de todo el continente deportivo estarán puestos en ella, cuando busque repetir la gloria olímpica. En ese instante, previo a su muy bien ensayado recorrido, puede ser que en su mente se aglomere desordenadamente todo el camino recorrido, como esa juguetona e incansable niña de tan sólo 5 años, como la evoca su descubridora: “Recuerdo verla toda musculosa, con sus bracitos y piernitas fuertes. Desde el principio la adoré».
Era la época en que Rebeca se iniciaba en la gimnasia y que Brasil vivía al influjo de su primer título mundial logrado en 2003, el primero para una brasileña en este deporte y que fue una constante inspiración para el actual “diamante” de la gimnasia brasileña y regional. También, debiera aparecer en su mente, el rostro de Junior Fagundes, el técnico que la llevo a su primera competencia internacional en 2009. «Todo su componente estaba por encima de la media, las acrobacias, la conciencia corporal, el dominio de las piruetas«, recuerda hoy Fagundes.
De ahí en más, seguramente desfilarán el sudor y la disciplina aprendida en Curitiba y Flamengo, su actual casa deportiva. Y claro, tampoco podrán estar ausentes los momentos en que la duda y la desazón, a causa de un par de operaciones consecuencia de rebeldes lesiones, la tuvieron cerca de un impensado y doloroso retiro. Alegrías, decepciones, miedos y esperanzas, serán parte del ramillete de recuerdos antes de intentar cumplir con las expectativas propias y ajenas en París 2024.
Pese a la colosal diferencia, la ansiedad será comparable a la que sintió con 13 años cuando se convirtió en campeona brasileña, momento en que, a despecho de una infancia pobre y un padre ausente, se dio maña para ganarle a la vida. Allí se dio cuenta, además, que no era el fin del camino, sino el inicio. La capital francesa tampoco será la estación terminal, pero marcará un nuevo hito para que el brillo del “Diamante de Guarulhos” se vea con nitidez en medio del fulgor de la ‘Ciudad de la luz’.