Morinari Watanabe, aspirante a presidir el Comité Olímpico Internacional, fue el más disruptivos de los siete candidatos que señalaron sus propuestas en la sesión número 143 del COI, celebrada este jueves en Lausana. El japonés, si sale elegido presidente del COI, pretende transformar el COI en una «Organización Mundial del Deporte. No podemos limitarnos a organizar los Juegos cada cuatro años. El olimpismo debe estar presente en la vida de las personas todos los días». ¿Qué cambios se darían si hay Juegos Olímpicos, por ejemplo, todos los años?
También sugiere que unos Juegos Olímpicos sin freno ni paradas: «El olimpismo debe evolucionar. Imaginemos unos Juegos que duren 24 horas, donde el mundo entero pueda participar y seguirlos en tiempo real desde distintos lugares». ¿Qué consecuencias tendría y cómo de compatible es eso con la Carta Olímpica y el Movimiento Olímpico?
QUÉ DICE LA CARTA OLÍMPICA
Antes de comenzar a analizar qué supondría unas modificaciones así, hay que tener presente que la Carta Olímpica define los Juegos como un evento cuatrienal y fomenta la universalidad y la diversidad de deportes. También está basada en una sede central que acoge la mayoría de las competiciones. Dividir los Juegos en múltiples lugares durante 24 horas rompería con esta tradición y exigiría una transformación en la manera de concebir el evento. Por tanto, unos cambios tan radicales requeriría una revisión profunda de los estatutos del COI.
Las propuestas de Watanabe son las menos continuistas de todas y más que una evolución sugiere un cambio de modelo algo extremo. No puedo imaginar unos Juegos Olímpicos sin respetar el ciclo de las Olimpiadas (originalmente unas olimpiadas es el periodo entre unos Juegos Olímpicos y los siguientes). Ello significaría que en lugar de cada cuatro años para atletas (dos años para aficionados contando Verano e Invierno) fuera algo más continuado y común, sin ese rasgo distintivo, ni exclusivos.
A ese hipotético ‘desgaste olímpico’ se le añade la mayor carga organizativa y financiera, con menos años de planificación en la infraestructura y planificación. Ese peso ya no sería sólo para el COI, sino para las ciudades anfitrionas.
UN CALENDARIO DEPORTIVO SATURADO
Sacando la cabeza fuera de los JJOO, aunque continuando con el deporte, esta transformación sufriría una colisión con otros eventos deportivos que tanto las Federaciones Internacionales como las regionales ya organizan. Unos Juegos Olímpicos anuales podrían entrar en conflicto con estos eventos y obligar a reestructurar los calendarios de competiciones, al tiempo que existiría una fricción constante en el calendario, planificación de los atletas y, seguramente, alguna competición desaparecería al tener un menor protagonismo o, directamente, nulo protagonismo.
El espectador, por su parte, perdería fuerza con respecto a su seguimiento en los Juegos Olímpicos. Parte de su atractivo global radica en su rareza. Al celebrarse cada cuatro años, generan una expectación especial. Si fueran anuales, se perdería ese efecto y podrían generar menor interés entre el público, incluyendo también una caída de audiencia con un calendario deportivo ya sobrecargado. Quizás a algún deporte, en este caso, no le interese estar incluido en un programa olímpico.
24 HORAS DE JUEGOS OLÍMPICOS
Aunque la idea de unos Juegos Olímpicos que duren 24 horas al día celebrándose en múltiples lugares es innovadora, implica coordinar competiciones en diferentes husos horarios, con cobertura mediática constante y debiendo garantizar las mejores condiciones para los atletas… Hay que tener en cuenta que la fatiga y la recuperación son factores clave en el rendimiento deportivo. También es recomendable preguntarse si el aficionado también necesita ese descanso y desconexión diaria para no sufrir un agotamiento a los pocos días de comenzar los Juegos.
¿QUÉ PENSARÍA PIERRE DE COUBERTIN?
Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos modernos, tenía una visión del olimpismo basada en la educación y en la mejora del individuo a través del deporte. Es probable que viera con escepticismo estos cambios, ya que concebía los Juegos como una celebración cuatrienal para reunir a la juventud del mundo en un evento único. No obstante, como persona innovadora, quizás vería con buenos ojos algunas ideas, como la mayor integración del olimpismo en la vida cotidiana, pero también advertiría sobre los riesgos de convertirlo en un espectáculo comercial sin preservar sus valores fundamentales.
A día de hoy, preguntar a De Coubertin suele llevar a la respuesta correcta sobre por dónde encaminar a la llama olímpica y, en este caso, los valores fundamentales parecen tener más peso que ideas tan disruptivas como las de Morinari Watanabe.