La ilusión de la nadadora chilena Kristel Kobrich de llegar París 2024 y sumar sus sextos juegos olímpicos seguidos se esfumó al final de la reciente competición disputada en Mallorca, donde por tiempo no pudo cumplir con el objetivo trazado: quedar entre las mejores 15 del ranking mundial. Ganó la prueba de los 1.500 del Open Trials de España, con un tiempo de 16:22.15, pero no le alcanzó por un segundo de clasificar a la cita de los cinco anillos.
La desazón de Kristel Kobrich era absoluta, sabía al momento de salir de la piscina que el objetivo superior no se había cumplido. Su rostro expresaba ese dolor interno, esa frustración propia de saber que el sueño olímpico estaba más cerca que nunca, pero también asumió que, entregó todo, hasta las ultimas brazadas, dejó literalmente la respiración en el agua. La Cobra -se le conoce cariñosamente-, es una mujer de un temple y de una energía inagotable y asume con su carácter, a veces, fuerte e indomable, que para llegar donde has llegado, tienes que pasar por estos trances deportivos y ponerte de pie y seguir en la búsqueda de nuevos desafíos.
La historia de vida de Kristel es un ejemplo a seguir. Comenzó en la natación a finales de los años 90. Su pasión por el agua era una tradición de familia, claro, su energía a temprana edad esbozó las primeras señales de los atributos y talentos que tenía para la piscina. Una de sus amigas y referente de la natación de esa época Romina Canoni, expresó una vez que “la Kristel tiene en su ADN algo que no es usual encontrar en una deportista a temprana edad. Siento que llegará muy lejos, es una chica que no tiene límites, va siempre más allá, entrena con una disciplina de una mujer adulta siendo adolescente. Su carácter le ayudará a ponerse objetivos cada vez más altos y cuando los logre, irá por nuevos desafíos”.
«Te inspira, te motiva, te cautiva con su trabajo, no escatima esfuerzos»
Hace 20 años Kristel Kobrich tomó una decisión que marcó su vida deportiva para siempre: emigró de Santiago de Chile a la ciudad de Córdoba, en Argentina. Ahí fue acogida por el destacado entrenador Daniel Garimaldi, quien tenía en su corral a varias nadadoras locales y seleccionadas de ese país, sumó a esta nobel deportista chilena sin imaginar que con el paso del tiempo se ganaría el cariño y el respeto del propio Garimaldi, quien cada vez que tiene la ocasión de hablar de Kristel se emociona y destaca sus condiciones como deportista y persona: “Kristel es un ejemplo para todos nosotros; ella te inspira, te motiva, te cautiva con su trabajo, no escatima esfuerzos y tiempos para sus entrenamientos. Nunca vas a oír de parte de ella, aun estando muy cansada por las largas rutinas en la piscina, algún reclamo, todo lo contrario, te lleva a ser cada vez más exigente y profesional, porque entendió desde el primer día que para triunfar es imperioso trabajar, nada es fruto del azar”.
EN ATENAS NO SE LO PODÍA IMAGINAR
La legendaria KK ha puesto el nombre de Chile en lo más alto de la natación mundial. Disfruta y siente orgullo de ser embajadora por el mundo de este país largo y angosto. Su corazón palpita más rápido cuando ha sido abanderada en Juegos Panamericanos y Juegos Olímpicos, máxima distinción para una atleta de excelencia. Nunca olvidará su primera experiencia en unos Juegos Olímpicos, como fue Atenas 2004, más aún, cuando se puso de pie para aplaudir las medallas de oro en el tenis de Massú y González. Ese día se juramentó internamente que volvería a una cita olímpica, sin imaginar que se convertiría con el paso del tiempo en la atleta chilena con más Juegos Olímpicos en la historia de su país: Atenas (2004), Pekín (2008), Londres (2012), Río (2016) y Tokio (2020+1).
La leyenda de Kristel Kobrich no deja de sorprender. La chilena que cumplirá 39 años este agosto participó por duodécima vez en un Mundial de la especialidad (Doha) siendo la nadadora con más participaciones en citas planetarias. Y cómo no recordar los Juegos PanAm Santiago 2023 y volver a traer a la memoria la prueba de 1.500 metros libre y ver a un público de pie gritar y entonar «¡si se puede, si se puede, si se puede!». Al final, con el aliento de millones de chilenos, Kristel Kobrich se colgó la medalla de plata y rozó por segundos el oro, pero el color del metal no era lo más importante, porque Kristel todavía extasiada seguía escuchando como coreaban su nombre… Fue la despedida en casa, como se lo merecía, como lo trabajó por tantos años, paradójicamente, fuera de su casa, porque su carrera la construyó y edificó al otro lado de la cordillera, en suelo argentino, sintió que ahí estaba más cerca del alto rendimiento, sin pausa, sin tregua, donde no había espacio para improvisar, sólo entrenar y competir.
Kristel Kobrich, por estos días pasa su trago amargo con su gente más cercana, el no clasificar a París caló hondo, golpeó su espíritu combativo, pero no la doblegó. Si hay algo que la caracteriza es su capacidad de pararse una y otra vez, porque el éxito no está en las veces que llegas a la cima, el verdadero triunfo está en alcanzar ese equilibrio interior que te lleva cada vez más lejos y puedes volver a soñar con nuevos desafíos.
Hoy no es momento para preguntar, es momento para rendirle tributo a una nadadora excepcional, única, de fina estirpe, mujer que honra el deporte con su pasión y seguirá dejando huella, porque no hay tiempo para las recriminaciones, hay tiempo para seguir soñando.